domingo, mayo 11, 2008

Dos amantes, una pesadilla

-solo estoy cansado- gruñó e intentando ocultar una pequeña lagrima que bailaba sobre una de sus mejillas, le dio la espalda desnuda sin quitarle un centímetro de sabana sudada y perfumada en sexo. Ella procuro no entrometerse y poso sus pechos tibios mientras acariciaba su hombro. La noche oscura susurraba una sirena a lo lejos, casi un eco espectral que anunciaba desgracias ajenas pero que aún así los estremeció. Besos salados y el aliento etílico del tabaco y el vino arribaron con su cuerpo sobre el de ella otra vez. Entre sus piernas y surcando a fuerza de uñas las marcas que al alba dolerían mas todavía. Apenas se miraron en la penumbra. Gimió algunas veces y la volvió a besar. El triste abrazo final los emociono a los dos y lloraron al unísono. Se amaban, se habían soñado más de una vez exactamente así, ella entregada, él entregado. Ya no había que luchar mas, eran tiempos de paz, segundos en que la soledad se iba lejos. Podían sentir sus corazones colapsar uno sobre el otro. Agotados se hundieron profundo en los sueños, donde no se podían seguir. Él soñó que se despertaba en una cama solo y encendía la televisión para ver la temperatura y decidir si se ponía un saquito o la campera, mientras ella se soñaba en la ducha repasando mentalmente a Freud para el examen en la facultad, y mientras los 4 grados de sensación térmica obligaban a agregar una bufanda a la campera él salía de su casa y saludaba al encargado del edificio y de pronto estaba ya en el subterráneo atestado de gente mandando mensajes de texto con su celular y nadie lo veía, ni a ella en el colectivo con los vidrios empañados de sudor humano y llena de angustia por no haber aprobado, cargada de frustraciones entrando a su casa de noche pensando que comería, si las sobras de ayer o las de antes de ayer, porque en la oficina no había podido almorzar y se moría de hambre y bronca después de que su jefe le había dicho que ya no lo necesitarían mas, justo a él que de merito laboral podría dar clases. Cerró los ojos.
Abrió los ojos y la vio. Abrió los ojos y lo vio. Suspiraron, sonrieron, se amaron otra vez. Una tímida luz entraba por la ventana. El inoportuno periodista de la tele anunciaba una ola de frió en Buenos Aires. Mientras él preparaba el desayuno ella bajaba a la cocina ofreciéndole una campera. –suerte con el examen, nos vemos a la noche-

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