sábado, mayo 31, 2008

Pensaba el moribundo que no temia mas a la muerte sino a no haber vivido suficiente.

sábado, mayo 24, 2008

Silencio

Sobre una cúpula de nubes grises y espesas, como un llanto ahogado, las gotas de lluvia parecen no querer perecer sobre la tierra que las espera ansiosa de beber y de vivir. Pero el temporal se hace esperar y como adelanto se divierte enviando ráfagas de viento gélido para que baile en las esquinas y le vuele el sombrero a cualquiera que lo lleve puesto.
La luz mortecina que en su timidez parece más brillante que el sol, lastima mis ojos. Resolana le llaman algunos y hasta dicen que hace peor que la luz directa.
Es así que Buenos Aires se viste con su mejor traje de funerales y lo sale a lucir sin vergüenza, con aires de venganza pero al mismo tiempo con ternura de esa que nos hace reflexionar a todos sin saber bien porque. Un día con intenciones de ser noche, una noche eterna en el infinito, sin estrellas ni luna poética, ni hombres lobo ni hechiceras malvadas. Todo mentira.
El olor húmedo de las alcantarillas, ultimo resabio de naturaleza, emulando arroyos citadinos de Dry Martini y appetaizers. Nunca nada cambio, ahora lo se. Tal vez se marchito y perdió brillo, pero la metamorfosis no ha sido nunca la verdadera razón de la nostalgia, sino por el contrario no hay nada mas nostálgico que lo estático que no se resiga a desaparecer. Con mirada perdida buscando el horizonte vedado en edificios “cementéricos”, los ancianos ansían la parca dulce que calma los dolores y ama sin excepciones ni condiciones.
Alguna gota rebelde se desprende del manto de nata en el cielo y le hace el amor a una hoja escarlata muerta en un adoquín. Apurando el paso que se viene, con ese paso Chaplinesco de los que le temen a los chubascos y corren a encerrarse bajo los balcones intentando inútilmente no mojarse, como si aquello fuera a salvarlos de los resfríos o las gripes, temiendo a la pulmonía como temían los personajes de los libros viejos.
Al fin se derrama. Se desangra el aire y afloja las piernas la belleza destructiva de la naturaleza sintética que nos hemos construido. Lo vemos y esperamos que pase, que no deje rastro, que nos deje en paz con nuestra rutina; porque si hay algo que sabe hacer bien la tormenta es cortar de cuajo las repeticiones diarias y destruir todas las automatizaciones que nos organizamos para sentirnos mas seguros. A ver si todavía se me cae un piano en la cabeza después de pasar debajo de esa escalera.
Silencio, esta hablando el viento con los árboles. Silencio.

viernes, mayo 23, 2008

Mi sueño

Mi sueño tenia seis cuerdas, doce notas, algunos unísonos, unas cuantas rimas, alguna que otra disonancia, un cable plug-plug, un amplificador a válvulas, luces encandecentes, escenarios oscuros, mesas medio llenas, viajes por el mundo, canciones que hacían llorar, otras que deban ganas de bailar y cantar, una mujer que me esperaba después de un show, una madrugada de lluvia, una voz disfonica, una remera transpirada, un “demo” mal tocado, una sombra de los Beatles, una vida de juventud eterna, abundante cabellera, botas de cuero, una tapa en la Rolling Stone, una nota con Mario Pergolini, un video en MTV, un premio a la trayectoria, un “puesto numero uno”, una inevitable caída estrepitosa y consagratoria, un “juntarnos en la sala”, una zapada en La y un silencio de negra con puntillo.
Mi sueño quiso ahí quedarse, en el mundo de los sueños y así volverse pesadilla.

domingo, mayo 11, 2008

Dos amantes, una pesadilla

-solo estoy cansado- gruñó e intentando ocultar una pequeña lagrima que bailaba sobre una de sus mejillas, le dio la espalda desnuda sin quitarle un centímetro de sabana sudada y perfumada en sexo. Ella procuro no entrometerse y poso sus pechos tibios mientras acariciaba su hombro. La noche oscura susurraba una sirena a lo lejos, casi un eco espectral que anunciaba desgracias ajenas pero que aún así los estremeció. Besos salados y el aliento etílico del tabaco y el vino arribaron con su cuerpo sobre el de ella otra vez. Entre sus piernas y surcando a fuerza de uñas las marcas que al alba dolerían mas todavía. Apenas se miraron en la penumbra. Gimió algunas veces y la volvió a besar. El triste abrazo final los emociono a los dos y lloraron al unísono. Se amaban, se habían soñado más de una vez exactamente así, ella entregada, él entregado. Ya no había que luchar mas, eran tiempos de paz, segundos en que la soledad se iba lejos. Podían sentir sus corazones colapsar uno sobre el otro. Agotados se hundieron profundo en los sueños, donde no se podían seguir. Él soñó que se despertaba en una cama solo y encendía la televisión para ver la temperatura y decidir si se ponía un saquito o la campera, mientras ella se soñaba en la ducha repasando mentalmente a Freud para el examen en la facultad, y mientras los 4 grados de sensación térmica obligaban a agregar una bufanda a la campera él salía de su casa y saludaba al encargado del edificio y de pronto estaba ya en el subterráneo atestado de gente mandando mensajes de texto con su celular y nadie lo veía, ni a ella en el colectivo con los vidrios empañados de sudor humano y llena de angustia por no haber aprobado, cargada de frustraciones entrando a su casa de noche pensando que comería, si las sobras de ayer o las de antes de ayer, porque en la oficina no había podido almorzar y se moría de hambre y bronca después de que su jefe le había dicho que ya no lo necesitarían mas, justo a él que de merito laboral podría dar clases. Cerró los ojos.
Abrió los ojos y la vio. Abrió los ojos y lo vio. Suspiraron, sonrieron, se amaron otra vez. Una tímida luz entraba por la ventana. El inoportuno periodista de la tele anunciaba una ola de frió en Buenos Aires. Mientras él preparaba el desayuno ella bajaba a la cocina ofreciéndole una campera. –suerte con el examen, nos vemos a la noche-