miércoles, octubre 03, 2007

Llueve sobre Buenos Aires

Hoy fue un día extraño, si acaso así se puede definir un día. Estuve viviéndolo como quien ve una película. El protagonista y el espectador al mismo tiempo. No se si habrán sido las nubes negras y grises que se instalaron desde temprano en el cielo de Buenos Aires, con esa soberbia sobrenatural que solo las tormentas pueden tener, o talvez el tinte definitivamente nocturno que se apodero del día como el humo se apodera de los departamentos incendiados. Caminar hoy pareció mas un deslizarse que un avanzar torpemente, aburrido, desconocido. Encontré paredes que nunca había visto, aunque no las vi con claridad, mas bien ese observar de los sueños en donde los rostros y los lugares son y un segundo después dejan de ser lo que eran. Una confusión de saxofón desafinado, de soles apagados y universos paralelos. Tal vez eso mismo fue lo que ocurrió; quizás un puerta se abrió y dejo que se mezclen los tiempos, porque definitivamente hoy el tiempo se suspendió flotando en el café, en el puré de papas, en las lagrimas, en las letras de las notas del diario. Todo pareció fotografiado, las luces de la calle no tuvieron sentido “y los semáforos me dieron tres luces celestes”.
Ahí viene el agua cayendo del cielo, volviendo a su lugar, reclamando lo que es suyo y apoderándose de las veredas y de los cordones de vereda, limpiando las hojas de la primavera que agonizan en la calle susurrándole al viento sus desgracias de alergias y ciudad. Un piano que tímido y enamorado acompaña a Neil Young define en negras y corcheas el olor a tierra mojada hecha de cal, arena y cemento; y pasan las gentes distraídas y absorbidas en desdicha suburbana y subterráneamente apretada, vomitada en cada estación y desde ahí las cuadritas que separan el hogar del infierno. Esa morada salvadora y protectora que aleja las guerras y el hambre y los encierra en sus cajotas de colores y sonidos que bailan por un sueño.
Al cerrar los ojos mas adentro que antes y al no querer abrirlos otra vez para encontrar lo mismo, la mesita de luz, el crucifico que se carga en las espaldas, el cepillo de dientes, la ducha primero fría luego demasiado caliente, el gato que busca alimentarse, el sexo abandonado, las copas de anoche, la resaca de hoy, la lluvia que sabe a tabaco y que insiste en volar una y otra vez para estrellarse siempre contra el piso y separarse en mil fragmentos de agua y desde ahí valla a saber uno hasta donde.
Pero hoy el día fue muy extraño y diferente, incluso estoy convencido que hoy nunca llegó, que fue una extensión de anoche, que si no me duermo no me despierto y que en sima de todo no depende de mi.
Truenos y relámpagos. La menor y Re mayor.

1 comentario:

PH dijo...

son mis días favoritos.
puedo pasarlos en silencio infinito y metamorfosearme en una parte de algún momento... cualquiera en el que perciba un poquito de paz y entendimiento mutuo.