domingo, septiembre 18, 2005

Una noche

De pronto casi sin darme cuenta ya era tarde y no había escapatoria. Yo creía que nunca mas podría volver y que era una etapa superada de mi vida; sin embargo de pronto una noche cualquiera de un día cualquiera me encontraba con dos de mis mejores amigos en un sótano no mucho mas grande que una cancha de baby fútbol, lleno de luces de colores y rodeados de una muchedumbre de niñas que no superaban los 18 años de edad bailando como poseídos, transpirados y porque no admitirlo un poco seducidos por las bondades del alcohol. Esa música endemoniada que años atrás era sinónimo de noches perdidas en otros lugares queriendo pertenecer a una mini sociedad que se juntaba viernes y sábados por la noche a escupir con sonrisas todos sus fracasos de una vida juvenil que indefectiblemente los llevaría a un rotundo fracaso en su vida adulta. Canciones locas como “Provócame”, “Laura no esta”, “Chequetere”, “La isla del sol”, “Es la hora es la hora”, entre otras, despertaron en mi una sensación de nostalgia igual que a un amante abandonado un tango de Dicepolo.
Por más que quería entregarme completamente al ritmo y a los flashes hipnóticos de las luces, mi cuerpo rebelde se esmeraba en recordarme que la ultima vez que había bailado tan exótica tonada tenia 10 años menos y 15 kilos menos.
Finalmente abrumado por semejante golpe de la realidad que hoy reina en mi, busque desesperado la salida, y seguido de una seña dirigida a mis amigos nos fuimos sin mas ni mas. La maquina del tiempo nos empujo por una puerta camuflada por un telón, no solo a la calle sino también a volver al nuestro querido y momentáneo presente.
En silencio nos despedimos, un poco aturdidos, un poco ebrios pero por sobre todas las cosas tal vez un poco mas viejos.

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